La conversación es real. Cuestión principal, el Mundial. De fútbol, por supuesto. ¿Es que acaso hay otro? Dos hombres, pongamos que pasados los 50 años, haciendo repaso de los últimos partidos de la fase de grupos y de cómo están quedando los cruces de octavos. Cada uno, no sé si porque tienen apuestas de por medio entre ambos, hablaba de cada selección implicada. Pero las plantillas o la forma de jugar daban igual. Su sentimiento de cercanía o no se definía en función de cada país. Por ejemplo, en el España contra Marruecos hablaron del Sáhara, de la política migratoria, del estrecho, de las RGI, de... No iban con ninguno de los dos equipos. Salió Alemania y, cómo no, fue empezar con Merkel y como si no hubiera un mañana: que qué merecida la eliminación, que tal y que cual. Se mencionó a Francia y hasta retrocedieron a cuando los agricultores tiraban la fruta a la carretera. No les cuento las referencias a Rusia. A Putin le tuvieron que pitar los oídos si es que ese hombre tiene sensibilidad en alguna parte de su cuerpo. No quedó títere con cabeza. Después de tan sesudo análisis, eso sí, uno le dijo al otro: esto es el pan y el circo, así nos tienen atontados. A lo que el otro respondió: sí, por supuesto; por cierto, ¿ahora nos toca ver el Inglaterra-Bélgica, no?