efectivamente, cuando las circunstancias lo requieren, puedo camuflar mi existencia con todo tipo de técnicas de postureo. Asimilarlas y ponerlas en práctica me ha ayudado a sobrevivir con cierto disimulo y suficiencia lejos de mi hábitat natural. De hecho, y a fuerza de ser honesto, creo que hasta la fecha no se me ha dado del todo mal lo de customizarme según las exigencias del guion. Diríase que lo hago con la misma habilidad con la que un camaleón muda el color de su piel para tener ventaja sobre sus depredadores y sobre sus víctimas. Y a las pruebas me remito. Les pongo en antecedentes. Me encanta el ARF. En Mendizabala se crea una atmósfera inigualable, que invita al ocio, a la pasión y al disfrute sin más cortapisas que las que uno quiere imponerse. Es maravilloso convivir con la fauna rockera que disfruta con los sonidos y los ritmos más puros y con aquellos otros nacidos de las distintas fusiones creativas ante la que poco puedo decir, ya que -lo reconozco- mi ignorancia sobre buena parte del mundo del rock supera incluso mi falta de vergüenza. Dadas las circunstancias, la ocasión impelía aparecer allí tocado con una gorra de camionero, una camiseta negra y unas zapatillas muy al estilo Hoosiers. A veces, vender humo se antoja indispensable.