todo lo que ha pasado en la última década, la pérdida de confianza en el sistema, la incertidumbre, incluso la misma extensión de la pobreza a capas sociales a las que no había tocado desde hace más de medio siglo no pueden justificar la subversión de valores a la que estamos asistiendo. El cruel discurso de Salvini debería servirnos como toque de atención ante lo que nos espera si seguimos escuchando los cantos de sirena de los sociópatas y de los arribistas que niegan, además con sarcasmo, los derechos humanos más básicos a seres humanos desesperados. La Liga Norte ha tocado pelo, la enfermedad ha saltado al otro lado del extinto telón de acero. Importamos los modelos de Polonia, de Hungría, mientras en Estados Unidos Trump separa a las niñas y niños de sus padres para forzarles a renunciar al sueño de darles a sus hijos una vida mejor que la que ellos han tenido. El sueño que sí cumplieron su abuelo alemán y su esposa eslovena. Durante décadas hemos vaciado de significado la palabra fascismo. Ahora sí, ahora Occidente se enfrenta de verdad, otra vez, al monstruo que institucionalizó el odio y la intolerancia y los transmutó en valores dignos de seguir para millones de personas. Ese es de nuevo nuestro horizonte, pero el futuro no está escrito. Cambiémoslo.