No sé cuáles serán las sensaciones de un marrano mientras disfruta de una sesión de rebozado intenso en una capa mullida de desperdicios variados dentro de su cochiquera. Pero entiendo que no diferirá en exceso de las sensaciones que están experimentando un buen número de personas y personajes de todo pelaje y condición ante las informaciones que se suceden cada día, cada hora, y casi cada minuto, y que tanto han cambiado el contexto y el entorno que arropan a este Estado, país, nación de naciones, futurible federación de sensibilidades nacionales o lo que demonios sea este pedazo de tierra en el que nos ha tocado vivir y que tanto acostumbramos a padecer. El caso es que la realidad se ha convertido en una amalgama de cambios de tal enjundia que en un mes ya no queda nadie capaz de reconocer lo que tiene enfrente de la nariz. Fíjense, Rajoy disfruta de la vida (ahora con más intensidad que antes) sin ocupaciones conocidas. Pedro Sánchez paladea las mieles de la presidencia del Gobierno más mediática. Lopetegui sólo piensa en blanco, y Hierro, solo en Rojo. Màxim Huerta idea su próxima novela tras una experiencia intensísima y Vitoria, por fin, alumbra un nuevo estadio para su Alavés. Eso sí, con una buena provisión de dinero público. Gracias a Dios, hay cosas que no cambian.