Me temo que en el acogimiento y atención a los refugiados y/o inmigrantes, agravado en los últimos años en Europa a consecuencia del conflicto sirio, por ejemplo, no está ningún país ni gobierno -del color que sea- como para dar muchas lecciones. Es verdad que no hay manera fácil de solucionar este asunto, pero se plantea este drama humano en un contexto europeo demasiado propicio para la manipulación, la demagogia y la perversión política. Lo estamos viendo, una vez más, con las 629 vidas humanas que esperan en el limbo a bordo del Aquarius. Italia, donde el nuevo Gobierno ha hecho del Italia primero y la eurofobia dos de sus banderas, ordenó cerrar sus puertos a este barco instando a la UE a asumir también su papel en esta crisis. Y, efectivamente, da toda la impresión de que son las ONG y los movimientos solidarios civiles los que realmente están trabajando para atender a las oleadas de refugiados e inmigrantes del Mediterráneo que, es verdad, tienen en Italia y Grecia sus primeros destinos europeos. Aunque me temo que para el ministro italiano del Interior y líder de la Liga su discurso de exigencia a Europa es solo una excusa que le viene muy bien para adornar lo poco que le ha importado dejar a su suerte en el mar a 629 vidas, entre ellas siete mujeres embarazadas y 123 menores que viajan solos.