ya lo anunciaba hace unos días la hasta antes de ayer vicepresidenta del Gobierno: “Empieza la fiesta”. Claro que Soraya Saénz de Santamaría se refería al presunto girigai que se iba a montar entre el nuevo Gobierno socialista y sus malévolos aliados con la tramitación de los Presupuestos. Y, en efecto, la fiesta ha comenzado, aunque en un sentido radicalmente distinto. Ya barruntaba yo que el desalojo de La Moncloa conllevaba implícito la inmediata implosión popular. Así, mientras Pedro Sánchez va nombrando ministros, el PP comienza a descomponerse, primero, con la dimisión de Rajoy y, enseguida, con la despiadada lucha por el poder que se avecina de aquí a que consigan colocar a otro u otra en lo más alto del pedestal. Ya lo avisa el ex ministro de Exteriores García-Margallo en medio de una retahíla de feroces críticas hacia la mano derecha de Rajoy: “Sería absurdo que yo creyese que Soraya es la mejor candidata”. Y está la reaparición de Aznar, una momia cada vez más embalsamada física e intelectualmente que se postula como caudillo de la derecha. Aunque no sé, en verdad, si el anciano delirante cuenta ya con algún predicamento. Y de ahí en adelante, lucha cruenta e in crescendo hasta quién sabe dónde, quizá hasta la desaparición definitiva al estilo de lo que le ocurrió a la UCD.
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