Supongo que no seré el primero en sufrir algo parecido. Pero, el caso es que desde hace unos días me han salido branquias y unas membranas interdigitales de lo más monas en los dedos de los pies. Dice mi galeno que no es cuestión de preocuparse, que con la que está cayendo, a lo mejor me sirven para avanzar con más dignidad por las calles de Venecia-Gasteiz, anegadas día sí y día también en un rush final de mayo y en un bullanguero inicio de junio sólo aptos para apostar a lo grande por los negocios de venta de paraguas. Dadas las circunstancias y tal y como están de perjudicadas las calendas, preferí no llevar la contraria al facultativo no sea que lleve razón y que los actuales episodios de bulliciosas tormentas decidan instaurarse por norma sobre un territorio que lleva una retahíla de meses maldiciendo su suerte con el reparto del clima que Dios, la providencia o la asamblea de isobaras decidieron en su momento. Lo único que se me ocurrió en aquel momento es que con esta variabilidad campante, a lo peor, el verano se retrasa hasta octubre y el invierno llega en noviembre. De ser así, el actual pastor del Gorbea no tendrá obstáculos para abandonar los bártulos y para aferrarse a una dorada jubilación en la Costa del Sol.
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