A algunas series de televisión que hollan la cima del éxito les sobreviene el mal de querer exprimir la gallina de los huevos de oro, convirtiendo lo que quizá fue un buen ejercicio narrativo, una historia original, bien interpretada etc. en un producto manido que, en el peor de los casos, acaba dejando precisamente ese recuerdo en la memoria colectiva. Sin duda, si el conflicto Estado-Catalunya en torno al procés -con sus prólogos incluidos- fuera una serie de televisión, habría podido acaparar premios a su guion. El problema es que a estas alturas de la película, incluso para un espectador avezado, comienza a hacer falta un anexo explicativo más voluminoso que la propia historia en sí para poder seguir con cierto nivel de rigor una sucesión de acontecimientos que solo puede definirse como bizantina. Andaba en reflexiones sobre series de televisión de las que me he acabado por desenganchar mientras leo que Carles Puigdemont ha convocado para hoy una reunión en Berlín a la dirección del PDeCat para definir la respuesta ante la suspensión por el Tribunal Constitucional de la ley aprobada por el Parlament para intentar su investidura por vía telemática. Y pensaba en que, entre reuniones en Bruselas y Berlín y el artículo 155, hace ya muchos meses que la capital política de Catalunya no es Barcelona.
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