Sería de necios renegar de mis múltiples limitaciones ya que, gracias a la providencia, forman parte sustancial de mi personalidad. Con el paso de los años, ahora apilados sin orden ni concierto en los ficheros de mi Documento Nacional de Identidad (DNI), he llegado a conocer muchas de ellas. Y, sin ánimo de ser agorero, me consta que hay otras tantas a la espera de que se dé la oportunidad adecuada para surgir y confirmar con ello mi calidad de poco dado a mañas y destrezas. Ya dirán ustedes que vaya forma tan poco inspirada de iniciar este breve escrito. Y no les falta razón. Seguro que se debe a otra de esas carencias de virtuosismo que me acompañan y que me definen. Dadas las circunstancia, les confieso que un día, abochornado por mis lagunas, decidí ser el primero en reseñar mi acuciante falta de virtudes para evitar la proliferación de malos entendidos al respecto. Porque, no hay nada peor que presumir de ser adalid de múltiples capacidades y demostrar con posterioridad que no se sabe hacer la o con un canuto. Aunque, bien mirado, quizás de lo que se trata es precisamente de hacer lo contrario. Y a las pruebas me remito, porque en este país hay muchos ejemplos de presuntos capacitados que al desvestirse quedan como gañanes. ¿Les suena alguno?