Qué decir de este final seriado de ETA. En el enésimo capítulo del miércoles, previo al de ayer y al de hoy, recordaba aquellas palabras de Jesús Eguiguren, en tiempos previos al cese definitivo de ETA, cuando acuñó aquella metáfora: “Esto acaba como la nieve, este parque hoy lo tienes nevado, se calienta el tiempo, va desapareciendo la nieve y a los cuatro días no hay nieve. Tú preguntas a cualquier vitoriano cuándo ha desaparecido la nieve y nadie lo sabe, solo sabe que no hay nieve”. Y recordaba otras de Bernardo Atxaga, anteriores, aquello sobre que cuando llegara el fin de ETA se notaría porque andaríamos un poco como levitando, habiéndonos quitado todo ese peso que arrastrábamos sobre los hombros. Pensaba en estas palabras, porque creo que describen bastante aproximadamente lo que ha ido pasando. La paz no llegó con violines y poesía, ni siquiera sé si se puede decir que llegó o quizá sea mejor hablar de un proceso. La paz no fue una fiesta, primero fue el alivio y algo de desconfianza y estos capítulos de los últimos días casi se parecen desarrollarse entre el cansancio y la amortización. Siete años desde 2011 en los que ETA, sin duda, ha dado pasos muy relevantes, pero en los que también sigue generando frustraciones, demasiadas y de relevancia. Pero ETA se acabó.
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