No recuerdo cuál fue el primer libro que cayó en mis manos. Sería algún cuento. Recuerdo de cría, los discos de 45 revoluciones de una colección de Disney y escuchar la narración de Peter Pan o La bella durmiente mientras pasaba las páginas de aquellos cuentos. La aguja del tocadiscos de mi padre también lo recordó, hasta que hubo que cambiarla. Luego aprendí a leer y la cosa mejoró, para la aguja nueva del tocadiscos también. Hay libros que me han encantado pero que no he releído, como esos momentos felices que recuerdas con una sonrisa y un punto de nostalgia consciente de que su tiempo pasó. Hay libros que son como escalar el Annapurna en invierno, pero sigues por orgullo y porque sabes que has de hacerlo. Hay libros que paran el tiempo y otros que atrapan como una especie de vórtice y hacen que acumules días de ojeras por trasnochar más de la cuenta entre sus páginas. Hay libros que hacen más llevadero un viaje, o que aburren, que divierten o emocionan, que enseñan o que pasan sin pena ni gloria... Y luego hay libros que te eligen. Que llegan y se quedan para siempre. A los que vuelves, que quizás releas o no -sobre esto hay opiniones divergentes, a mí me gusta releer-, pero que sabes que están ahí. Nadie debería perderse esa experiencia. Hoy es un buen día para disfrutarla.
- Multimedia
- Servicios
- Participación