Me van a tener que perdonar, pero creo que el caudal de ideas en el que bebía mi imaginación para cumplimentar con cierta dignidad este pequeño hueco literario se ha quedado seco como la mojama. Así que, dadas las circunstancias, he decidido acudir a un especialista en cauces desecados. No es que me preocupe en exceso el hándicap al que me enfrento, ya que la calidad de mis textos ha sido objeto de queja pública y escarnio propio desde que alcancé a manufacturar la primera letra. Lo que ocurre es que, sin una mieja de creatividad y otra de fantasía, mi capacidad profesional va a dar de sí lo mismo que cuatro gotas de agua en una tarde de duro anticiclón en el Sáhara. Vamos, que tendré que escribir sobre cosas tan poco serias como la falta de talento de una buena parte de quienes medran en política, sobre la corrupción generalizada que reina en según qué ámbitos, sobre los másteres imaginarios que benefician a los amiguetes del partido, sobre la recuperación económica que ha dejado en la estacada a miles vecinos, sobre las pensiones con las que tienen que malvivir muchos jubilados o sobre una justicia tan politizada que en ocasiones parece que hay jueces que legislan y legisladores que juzgan a la carta. En fin, que habrá que acostumbrarse.
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