No sé si es la mejor manera de acabar la jornada o simplemente una manera más de seguir con los días de vía crucis y pasión porque cada vez dan más ganas de resetear este mundo o de mudarse a algún exoplaneta. El martes por la noche cacé la emisión de Juego sucio, un documental que ahonda en el reciente escándalo de Cambridge Analityca y el papel del big data en la manipulación del electorado estadounidense. Además de descubrir tramas y personajes oscuros que dejarían en juego infantil los entresijos más turbios de la Spectre perseguida por James Bond, la apenas hora de documental evidencia la vulnerabilidad de una sociedad que ha entregado sin apenas control, límites ni conciencia su vida -sus datos- a un entorno digital potencialmente manipulable para ser perversamente utilizado por terceros. Los trabajos “psicométricos” de los que se acusa a Cambridge Analityca para la campaña de Donald Trump, para focalizar y hacer más eficiente su estrategia electoral, son tan alucinantes como aterradores. El bajo umbral que como sociedad hemos establecido para resistir ante la mentira y los discursos vacíos y populistas es igual de pasmoso, solo superado por el deterioro, no en pocas ocasiones premeditado y malicioso, al que la propia clase política ha sometido a la democracia.
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