Hablando no hace mucho con un músico dedicado a la electrónica amante del cine de ciencia ficción de los años 70 y 80 del siglo pasado y coleccionista de cómic hasta la médula (sí, una habitación enterita dedicada sólo a guardar ejemplares de lo más diverso), le preguntaba si le molestaba el hecho de que alguien le pudiera llamar freaky. Me dejó roto. “Mira Carlos, no me molesta, pero freaky no es lo mío, freaky es estar sentado en la taza del baño cuando cagas todo lo peor que tienes mientras estás con el móvil en la mano tuiteando”. Me costó un rato quitarme la imagen de la cabeza. Pero no es irreal. Pasa. El otro día, en una calle de esta Gasteiz del siglo XXI, me crucé con un padre que paseaba el carrito de su niña. No sé la edad de la chiquilla, dos años tal vez. Iba tumbada, mirando seriamente a lo que tenía frente a ella, que no era ni su padre, ni la calle, ni la vida, sino la pantalla de un móvil. Se oía ruido de un vídeo, de algún dibujo animado, tal vez. Dicen los estudios, que en realidad estamos más pendientes de las redes sociales y del uso de Internet en nuestros móviles en días laborables; que, por ahora, cuando estamos de fiesta pasamos más del tema. Así que, si tienen estos días libres, háganse un favor. Desconecten. Es por su salud.
- Multimedia
- Servicios
- Participación