escándalo en Facebook por la filtración de los datos de 50 millones de usuarios (que se sepa). La mega compañía que fundó Mark Zuckerberg para los alumnos de Harvard se derrumba en Bolsa 14 años después, las autoridades europeas y americanas se mosquean y le citan para dar explicaciones al tiempo que amenazan con estratosféricas multas. Parece que ha transurrido mucho tiempo, pero en realidad ha sido muy poco. El imperio se tambalea porque comienza a materializarse públicamente el desbordante crecimiento sin control de las redes sociales. La privacidad de los humanos se ha ido a la mierda en apenas unos años y se confirma que, sobre todo por propia inconsciencia, nuestros usos, gustos y costumbres están más que nunca a disposición de multinacionales, y también Gobiernos, para manipularnos tanto en la orientación de nuestras compras como -al menos igual de preocupante- en la dirección de nuestros votos. Dicen que la masiva filtración de datos provocó el ascenso de Donald Trump a la Casa Blanca. Imagínense el poder que otorgamos graciosamente por la red a los que manejan el mundo. Quizá esta tormenta sea al fin y al cabo necesaria para recuperar algo de raciocinio y nos resistamos, aunque sea un poco, a comportarnos como un rebaño de ovejas.