Recuerdo que allá por 1999 aproximadamente nuestras vidas se vieron atenazadas por augurios oscuros y amenazantes. Incluso las profecías al más puro estilo Nostradamus inspiraron alguna película y algún que otro gran momento de Los Simpson, que sigo pensando que es la auténtica bitácora de nuestro tiempo. Hablo, claro, de aquello que se denominó efecto 2000. Aquello parecía el apocalipsis de las máquinas y, por ende, de la humanidad. Exagero seguramente, es la mala memoria. Pues resulta que leo que una disputa entre los gestores de red de Serbia y Kosovo ha derivado desde enero en una interrupción en la frecuencia en uno de los operadores eléctricos del sudeste europeo, rebajando los impulsos recibidos por los dispositivos electrónicos dependientes, según explicó el 3 de marzo en un comunicado el ENTSOE -organismo que reúne a la mayoría de los operadores eléctricos europeos-. Y qué. Pues que eso provocó que los relojes que dependen de la red eléctrica para marcar la hora hayan acumulado un retraso de cinco minutos. Tranquilos porque el impacto de este problema es desigual, según si el reloj en cuestión emplea cuarzo -los más modernos- o impulsos eléctricos. Así que igual llevo llegando cinco minutos tarde desde hace días.