Sí, soy consciente de mis achaques. Con un simple vistazo al espejo me basta para comprender que la edad y los años, además de racionar al máximo lo que otrora fue lustrosa pelambrera y maximizar el volumen de mi contorno abdominal, han llegado para quedarse y, por ende, para imponer su dictadura. Tal confirmación implica, como derivada insoslayable, una necesaria metamorfosis vital que ayude a afrontar el panorama con la visión adecuada. Vamos, que ahora que los jóvenes me tratan de señor por la calle y me profesan cierto respeto me parece justo tirar de filosofía para tratar de no acabar a bofetadas con cierta ralea que abunda entre el personal. Y es que, con la que sigue cayendo para desgracia de las economías de andar por casa, que aún haya politicastros de regional que traten de hacer comulgar a la gente con ruedas de molino me provoca sarpullidos. Sí, lo han adivinado. Sigo hablando de la desfachatez de los gobernantes que se atreven a tomar por tontos a los pensionistas de este país, a los que parece que se ha puesto en el punto de mira de la diana politíco-capitalista más voraz. En cualquier caso, con mi vejez creciente, he decidido apuntarme como ferviente seguidor de cada una de las protestas que se organicen para solicitar unas pensiones dignas. Ya va tocando.