los mayores protagonizan estos días los medios de comunicación, las tertulias y columnas de opinión como esta y algunas otras hoy en este periódico. No es para menos después del aviso lanzado hace algunas semanas y de la demostración ayer de fuerza y convencimiento saliendo a la calle y colapsando ciudades. Que tiemblen los políticos porque se les ha hinchado la vena y, conociendo lo mucho que les ha costado rebelarse, no hay indicios de que vayan a cejar en su protesta hasta que sean debidamente atendidos y remunerados. Lo que piden no es ni mucho menos injusto. Ya fueron ellos los principales artífices de la modernización y la prosperidad del país cuando trabajaban y también han sido ellos los que, una vez jubilados, han sostenido a los jóvenes durante la crisis con sus pensiones de mierda. Los viejos de hoy son los jóvenes de ayer, o sea, la única generación que ha protestado con vehemencia en nuestra historia reciente. Lucharon por sus derechos sociales y laborales cuando estaban en activo y ahora vuelven a pelear hartos de los recortes y el retroceso general permitido y consentido por los más jóvenes. Aquel inconformismo trajo muchas cosas buenas y es posible que esta nueva protesta nos salve a todos de un futuro gris. Nunca les compensaremos como merecen.