Último capítulo, retirada en ARCO de una obra titulada Presos Políticos en la España Contemporánea. El arte puede ser belleza, fealdad, ironía, puede invitar a la reflexión o ser puro divertimento, puede recrearse en la forma, puede simplemente ser, puede ser muchas cosas al tiempo, puede no pretender o sí, puede ser innovación, controvertido, incluso de vez en cuando debe ser escandaloso, es imaginación, realidad, política... El arte nos define como seres humanos, su historia es la nuestra, desde las cavernas. Que una obra de arte me apasione o me disguste, que la aplauda o que discrepe del que entiendo es su mensaje, solo significa eso: ni la obra es mejor ni peor por ello, ni mi opinión es nada más y nada menos que la opinión de una persona. Seguramente, ni una obra es arte por llamarse obra ni deja de ser arte porque un colectivo mayor o menor no la considere como tal. El arte es libertad, libertad del artista y también del espectador, para prestarle atención o no. Vivimos tiempos extraños, en los que ya resultan impensables -porque acabarían en un juzgado- canciones, obras de teatro... que se escuchaban o admiraban en España a comienzos de los 80. Cuando pienso en arte y censura pienso en El origen del mundo, colgado en el Museo d’Orsay. Se pintó en el siglo XIX. Facebook lo censuró en el XXI.