llega la Copa, ese torneo que permitió al Baskonia inaugurar su casillero de títulos en 1995 y empezar a hacerse un hueco en la élite del baloncesto. Luego llegaron más Copas, algunas Ligas, finales europeas y, quizá, como les suele pasar a algunos clubes de los denominados grandes, empezó a cundir la sensación en el baskonismo de que el torneo del K.O. había pasado a convertirse en un objetivo menor comparado con el brillo y el prestigio de una Liga o una Euroliga. Sin duda, un razonamiento equivocado. Porque el Baskonia no es tan grande, porque tras aquellos años maravillosos de concatenación de finales al más alto nivel llegó la crisis y nos puso otra vez en nuestro sitio. La realidad es que el Baskonia lleva ya tiempo sin ganar nada, la friolera de ocho años sin títulos, sin ni siquiera finales que echarse a la boca. Por eso considero erróneo minusvalorar el valor de la Copa, por eso creo que cada oportunidad de ganarla deberíamos considerarla como única y excepcional. La historia demuestra que solo Real Madrid y Barcelona son trasatlánticos capaces de sobreponerse sin mayores aspavientos a un mal año o una mala época. Para el resto, incluido el Baskonia, cada título es un tesoro en sí mismo. Esta Copa no es una más, es la opción más cierta de ganar... y no sabemos cuándo habrá otra ocasión.