La verdad es que me he tentado un poco la ropa antes de meterme en este jardín. Pero me he decidido por dos razones. Y es que gracias a Irene Montero -como antes gracias a las miembras de Bibiana Aído y, si me apuran, al vascosyvascas-ciudadanosyciudadanas que hace ya años comenzamos a oír en los discursos políticos por estas tierras- durante unos días al menos -tampoco nos despendolemos porque dentro de una semana, dos a lo sumo, este asunto habrá pasado al puesto 235 de la lista de intereses- se habla sobre la menguada visibilidad de la mujer en los más diversos ámbitos. Porque no deja de ser verdad eso de que lo que no se nombra, no existe. Y sí, existimos. Pero es que además este tipo de polémicas tienen otra derivada fantástica: durante unos días puedes perfectamente caer en una conversación más o menos encendida, incluso versada, sobre léxico, etimología, gramática... Así, si uno argumenta que la utilización de portavoza podría asemejarse a la de jueza -admitida por la RAE-, otra replica que portavoz, además de incluir ambos géneros, deriva de voz, palabra femenina. Así que bienvenidos sean los debates que las portavozas han abierto. Quizá concluyamos que no es una forma apropiada, pero hablaremos y quizá aprendamos y avancemos algo respecto a la igualdad y, por qué no, el idioma.
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