si los yonkis de los ochenta hubieran tenido a su disposición puestos de análisis de sustancias como los que montan Energy Control o Ai Laket!! en las fiestas populares a lo mejor algunos, no sé si muchos, estarían hoy aquí para contarlo. Si les hubieran informado de cuánto caballo llevaba su caballo, de qué riesgos conllevaba abrir esa puerta y de cómo se contagiaba el VIH, si se hubiera empezado antes a suministrar jeringuillas, quizás otro gallo habría cantado. Afortunadamente, hoy en día nadie discute que estas asociaciones hacen, desde hace ya muchos años, una labor sanitaria y social que le tocaría desarrollar a la Administración, que de hecho subvenciona sus actividades. ¿Nadie? No. En Barcelona un grupo municipal ha puesto el grito en el cielo porque en las fiestas de Santa Eulàlia van a instalar una carpa para testar drogas que, dicen, incita al consumo de las mismas. Cuánta ignorancia o cuánta mala baba hay que tener para generar alarma en torno a esta historia, como si habláramos de Las Barranquillas o Las Tres Mil Viviendas; como si en lugar de analizar los pollos se dedicaran a venderlos. El que se acerca a estos servicios lo hace con toda la intención de consumir, lógico, pero en ellos lo único que se procura es que lo haga de forma responsable y lo más segura posible.