Bueno, pues ya hemos asistido al estreno de la nueva temporada de Catalunya y su procés. Los seguidores de Juego de tronos tendrán que esperar hasta 2019, pero la movida Catalunya-Estado no deja respiro y ha regresado a las pantallas tras la brevísima tregua navideña con el, si se quiere, spin-off de la sentencia del caso Palau y un primer capítulo dedicado a la constitución del Parlament. Ya escribí aquí que, dados los precedentes y el estado de cosas, no se me hace nada extraño pensar en una repetición de elecciones. De momento, confieso cierta decepción con el primer Pleno de la legislatura. Aunque las fuerzas soberanistas hayan apurado el plazo al máximo para definir candidato, al final la sesión transcurrió sobre lo previsto, sin mayores sorpresas aunque sí con exotismos nada deseables derivados de una situación de excepcional tampoco deseable. Mucho me temo que esta especie de calma chicha -y esto es mucho decir, pero es que el tema catalán ha alcanzado tales cotas de originalidad y desenfreno que es difícil no dejarse llevar- saltará por los aires en la próxima cita de altura, la investidura del nuevo president. De momento, nos conformamos con especular con el misterioso noveno voto en blanco en la votación del presidente de la Mesa.
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