De verdad, de corazón, con cariño y desde la desesperanza después de tantas semanas de conflicto, queridos compañeros y compañeras Municipales, vamos a parar esto de una vez, que si tengo una discusión más con alguien sobre la puñetera huelga de celo o como lo quieran llamar, me va a dar un mal. Es que ni en la cena republicana del 5 de enero me pude librar. Ya me da igual quién tiene razón, me importa poco si los sindicatos son el demonio o el señor Zapatero es la personificación de belcebú, me la trae al pairo si las multas son 500, 5.000 o 50.000 al día... sólo pido, de rodillas frente a la puerta de Agirrelanda con lagrimitas en los ojos mientras me parto el pecho a golpes, que tengan todos un poco de piedad. Ya vale. Ni el cortado mañanero. Ni quedar con los amigos. Leches, que el otro día me pidió una señora en la plaza Lovaina que vigilase a ver si venía alguna patrulla mientras ella meditaba seriamente cometer un pecadillo frente a las férreas tablas de la ordenanza municipal reguladora de tráfico. Yo no puedo más. En todos los sitios y en todas las conversaciones, lo mismo. Me siento rendido y desarmado. Así que, porfa, acabemos con esto de una vez, pero no por nada, sino por el bien de la salud mental de la ciudadanía.
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