Nos guste o no, nos diera más alergia o menos aquello del estudio del lenguaje y sus intríngulis en nuestra época de estudiantes, manejemos uno o varios idiomas, nos importe mucho, poco o exactamente medio comino, el lenguaje, las palabras, nos definen. Su uso nos define individualmente a cada uno de nosotros, no como único factor lógicamente, pero sí como uno entre otros síntomas; pero también su uso, incluso la mera existencia de esas palabras, nos definen como sociedad y, abriendo el foco, el propio lenguaje en sí mismo, sin fronteras idiomáticas, nos define como especie. Viene toda esta chapa a cuento de la designación por parte de la Fundación del Español Urgente (Fundeu) de su palabra del año 2017. Y la elegida fue aporofobia. Es el quinto año que la Fundeu se lanza a esta iniciativa y a aporofobia le precedieron escrache en 2013, selfi en 2014, refugiado en 2015 y populismo en 2016. Al margen de que se pueda estar más o menos de acuerdo con la selección, ¿nos definen o no nos definen las palabras? Escrache, selfi, refugiado, populismo... ¿No ayudan a pintar el paisaje de nuestro entorno en los últimos años? Aporofobia es un neologismo acuñado por la filósofa Adela Cortina para definir el miedo, rechazo o aversión a los pobres. Palabra de 2017. Motivo quizá también para la reflexión.
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