En nuestra segunda semana navideña empeñados en que nada nos fastidie los buenos sentimientos que hemos decidido tener durante el cortado mañanero por los menos hasta el día 8, y toda vez frustrado el intento del dueño de bar de darnos trozos del cordero que le sobró en casa en Año Nuevo con cada café en vez de la acostumbrada galletita de promoción, tengo a los parroquianos desolados. Claro, miran al periódico y ven que esto de 2018 empieza igual que siempre, es decir, con subidas en todo lo que nos afecta de manera directa el bolsillo. Eso sí, los reyes del villancico, esos que dicen que ya vienen, traen las sacas de las pensiones y los sueldos vacías otra vez. Pero estamos en pleno ejercicio anti mala leche, nos conjuramos para ello antes de Nochebuena, y estamos cumpliendo de manera escrupulosa, así que las ganas de discutir, como el colesterol, nos las estamos comiendo a pares. Con la boca llena, vamos. También hay que decir que como hay presente mucho abuelo que ejerce como tal, para relajar la cosa sólo hay que mencionar a los nietos, aunque eso suponga tragarte diez minutos de fotos en el móvil, una tras otra. Lo que me preocupa es que el lunes se les habrán pasado las buenas intenciones y emociones, y volveremos a la gresca.
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