Estos primeros días del año son un poco tontos, como al tran-tran. Suelo tener la impresión de que la resaca de la Nochevieja nos dura hasta que nos comemos el roscón de Reyes. Creo que puede ser consecuencia de esa especie de sensación de fin del mundo en 3, 2, 1 que nos invade en los días previos de Navidad: en algún momento tiene que entrar el bajón, supongo. Sea como fuere, empiezas el 1 de enero al compás de la Marcha Radetzky, con el tazón del desayuno y la legaña aún puesta, pensando en que si te descuidas un poco te plantarás en pijama en la comida de Año Nuevo. Y diría que esa especie de vórtice de tiempo, en el que tu mente te asegura que ha cerrado el año a golpe de matasuegras pero aún no es muy consciente de que ha empezado otro, da una perspectiva curiosa, como somnolienta, de lo ocurrido durante los últimos doce meses. Porque creo que solo así se explica, por ejemplo, que llevemos prácticamente un año con Donald Trump en la Casa Blanca y tener al mismo tiempo la sensación de que lleva allí cien años y de que la presidencia de Trump fue una inocentada. ¿Y la de cosas que ocurrieron en 2017 en Catalunya? ¿De verdad 2017 tuvo sólo 365 días en Catalunya? ¿No sería que duró 752, por ejemplo? A ver qué tal se da 2018. Urte berri on!
- Multimedia
- Servicios
- Participación