Confieso que tenemos ya una especie de tradición-apuesta en casa: ¿batirá el súper del barrio su plusmarca de adelantar en el calendario la venta de mazapanes, polvorones y demás dulces navideños? Octubre es el mes clave: un día todo es normal y al siguiente, de pronto, emboscados en algún pasillo, te asaltan y sin saber muy bien cómo ni por qué acabas comiendo turrón del duro el 27 de octubre, por poner. Y aquí estamos. Resumiendo y simplificando, el mundo se divide en dos tipos de personas: los entregados a la Navidad y los que la aborrecen con militancia. Si es usted de los segundos, ánimo, todo pasa, el 7 de enero está a la vuelta de la esquina. Si es de los primeros, enhorabuena, puede entregarse sin rubor a todas las liturgias propias de las fechas. Hay un personaje de Love Actually que me divierte, el del viejo rockero en declive obligado a hacer una versión navideña de Love is all around y que, tras triunfar contra todo pronóstico y volver a la cresta de la ola, acaba teniendo una epifanía y abandona una fiesta de Elton John para pasar la Nochebuena con su viejo manager. Y es que no hacen falta aspavientos, unas risas o una charla pueden ser lo mejor del mundo, esos pequeños momentos que hacen que la vida merezca la pena. Cualquier excusa es buena. Eguberri on!