E l Ayuntamiento de Málaga ha multado a dos colegios con 12.000 euros por centro porque la chavalería perturba el descanso de algunos vecinos cuando juega al balón fuera del horario escolar. Si algo me ha enseñado esta profesión es que sin entrar al matiz de las cosas no se puede valorar una historia de forma justa y ecuánime, que no hay que precipitarse al juzgar lo que se oye y se lee por ahí. Sin embargo, este caso concreto se presta como ninguno a la demagogia y a ella me entrego sin pudor alguno porque el tema lo merece. ¿O sea que en el país de las barredoras, los ciclomotores, el botellón, las verbenas, las manifestaciones de cacerola y silbato y los acelerones al salir del semáforo molesta que las niñas y niños jueguen al baloncesto? Siempre será menos ruidoso esnifar pegamento o ejercitarse con la navaja de mariposa, pero quizá sería conveniente poner en la balanza las ventajas e inconvenientes de la práctica deportiva para constatar que jugar al baloncesto es, en líneas generales, bueno. El trasfondo de esta historia parece ser la desavenencia entre la Junta y el Ayuntamiento para aislar los polideportivos, así que propongo a sus representantes que la próxima vez que les inviten al Carpena para ver por la jeta al Unicaja aprovechen el descanso del partido para llegar a un acuerdo.
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