El belén del Parque de la Florida ha hecho este año un par de fichajes muy especiales. Olentzero y Mari Domingi ya se han instalado en el Jardín Secreto del Agua. Imagino que en el mundo de los belenes esto tiene que ser casi casi como fichar a Messi o a Cristiano, aunque seguro que sale más acomodado de precio. Solo puedo aplaudir la iniciativa. Primero, porque soy fan confesa e irredenta de la parafernalia navideña y, más concretamente, de las historias navideñas, de las buenas historias. Y segundo, porque darse un paseo por el belén de la Florida y ver a los txikis pululando por allí entre alucinados y boquiabiertos es una buena manera de intentar reconciliarse, aunque sea durante un rato, con el ser humano. Por otra parte, respecto a las posibles ucronías, creo que son fundamentales en cualquier belén. Que me perdonen esos auténticos artistas que se dedican al belenismo, pero me invade la nostalgia cada vez que pienso en el belén que montábamos en casa, en aquel romano que vigilaba un castillo de Herodes que era tan alto como él. Por no hablar del año en que los pin y pon invadieron, pacíficamente por supuesto, el portal tras avanzar en perfecta formación por el puente sobre el río de papel de aluminio surcado por patos y cisnes.
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