son muchas las voces que reclaman una sentencia ejemplar para los cinco puercos de San Fermín, pero la justicia no debe ser ejemplar, sino justa. Con eso vale. A estos les tiene que caer lo mismo que a cualquiera que cometa idéntico delito en las mismas circunstancias, esté o no esté el palacio de justicia correspondiente cercado por los medios de comunicación. Dicho esto, cuando leo que piden casi 23 años de cárcel para cada acusado no puedo evitar acordarme de otro suceso que también acaeció en Iruñea, y también un 7 de julio. Todavía no hace ni diez años de la muerte de Nagore Laffage y su homicida -según la sentencia no es un asesino- ya está en la puñetera calle. Le condenaron a doce años y medio de cárcel por matar, mutilar y esconder el cadáver de una chica de veinte años que murió, que nadie lo olvide nunca, por resistirse a una agresión sexual. Acaba de salir, apenas ocho años después de entrar. Estos de ahora son, según sus propios abogados, “patanes, infantiloides, simples y primarios en sus planteamientos”. Nada que objetar. El otro, en cambio, era culto y aseado y se prefirió, pobrecico, no joderle el futuro por un error de juventud. Así pues, no hay que pedir sentencias ejemplares, eso es maximalismo, visto lo difícil que es que la Justicia sea simplemente justa.
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