Una cosa es que a uno le pueda gustar o no el sistema del Concierto, o que a una pueda parecerle más ajustado o menos el cálculo del Cupo o que uno o una, incluso, considere más o menos apropiadas las fórmulas previstas en ese sistema para tomar decisiones. Lo que me sorprendió la semana pasada fue el alegato de Albert Rivera proclamando que “por primera vez ha quedado al descubierto” el “amaño político” del “cuponazo” gracias a la iniciativa de Ciudadanos en el debate del Congreso sobre las leyes del Concierto y del Cupo. Supongo que tres segundos después de concluir la entrevista televisiva, el líder de Ciudadanos habría recibido una avalancha de llamadas y whatsapps de, por ejemplo, barones del PP y del PSOE para recordarle que no es ni el primero ni el segundo que ondea esta bandera. De hecho, el tema, o su utilización como arma arrojadiza para otros debates, ha sido una constante. Octubre de 2015, Susana Díaz: “Sin entrar en el Concierto, sí que hay que modularlo -el Cupo-, porque evidentemente están recibiendo más fondos que otras comunidades autónomas para el pago de los servicios públicos”. Mismas fechas, Miquel Iceta: “Cupo sí, cuponazo no”. Cristina Cifuentes, en julio de aquel año, lo consideró “una discriminación respecto a otras comunidades históricas”. Está todo inventado.
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