Llega ese momento del año en el que las instituciones presentan sus presupuestos para el siguiente ejercicio. Hasta no hace nada, la mayoría de los partidos, a la hora de desglosar sus proyectos, salían ante el resto de colegas y de los medios de comunicación siguiendo una de estas dos tácticas: medio pidiendo perdón porque oiga, la crisis aprieta; o sacando pecho porque la cosa viene ajustada pero mira todo lo que invertimos en temas sociales y no en tonterías (en este punto, léase, por ejemplo, cultura). Ya hace doce meses, pero sobre todo ahora, los mensajes están cambiando. La crisis parece que ya es cosa del ayer. Empezamos a tener algo más de pasta, así que espera que todavía no vamos a montar la fiesta de la palmera melocotonera segunda parte pero en ello estamos. Puede que haya algún responsable de lo público que, eso sí, sepa que por la boca muere el pez y que tampoco hay que echar todavía las campanas al vuelo. Pero es una excepción. Por eso, a los que están en los gobiernos y a los que permanecen en la oposición es bueno decirles que, perdonen, pero no. Igual de la situación más grave de la crisis estamos saliendo, pero todavía no es algo del pasado, un recuerdo, por cierto, del que sería bueno tomar nota y aprender de sus lecciones.