La oveja no tiene demasiado buena prensa. Cuando a uno le acusan de ser un borrego no le están diciendo, por ejemplo aludiendo a esa imagen esponjosa y achuchable de bolitas de lana, que es adorable. Y cuando hablamos de rebaño de ovejas en el ámbito sociológico tampoco nos estamos refiriendo a los aspectos más ensalzables del ser humano precisamente. Recordemos Rebelión en la granja. Pobres ovejas, no se fijó en ellas Juan Ramón Jiménez, por ejemplo, que elevó a obra inmortal Platero y yo y con ella, al burro. Ando en estas disquisiciones porque llevaba tiempo sin toparme con esas noticias fascinantes protagonizadas por animales y leo: “Las ovejas recuerdan rostros humanos y aprenden a distinguirlos”. Un experimento de la Universidad de Cambridge ha logrado que un grupo de ovejas sean capaces de identificar a Barack Obama, los actores Emma Watson y Jake Gyllenhaal y la presentadora Fiona Bruce. Pocas tonterías porque el trabajo, más allá de la anécdota ovina, puede servir para investigar la enfermedad de Huntington. Y he recordado Las ovejas de Glennkill, ovejas metidas a detectives investigando el asesinato de su pastor, que les leía todas las noches. Ovejas reivindicándose más allá de los tópicos.
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