Las huelgas se convocan cuando los trabajadores sienten dañados sus derechos y se ven incapaces de llegar a un acuerdo con la patronal. Es un modo de protesta que, para que tenga éxito, debe cumplir con dos parámetros fundamentales: que la productividad de la empresa se resienta de tal manera que a esta le compense llegar a un acuerdo y, por otra parte, que la repercusión alcance la mayor dimensión posible para incrementar la presión sobre los interlocutores, generalmente sensibles al menoscabo de la imagen de la marca que pretenden comercializar. Cuando se trata de la policía, la huelga está prohibida aunque la ley no le impide cumplir escrupulosamente con su trabajo. Es la llamada huelga de celo o a la japonesa. Es evidente que la Policía Municipal de Vitoria está teniendo éxito con este proceder, es el tema principal en todas las conversaciones. Han conseguido exasperar a unos ciudadanos que, por otra parte, son conscientes de que tampoco pueden quejarse demasiado por la estricta aplicación de la norma aunque esto suponga un aumento exponencial de las sanciones. Otra cosa es que se multara por infracciones inexistentes, que no parece ser el caso. El Ayuntamiento advierte este enojo social creciente y ya se ha avenido a negociar. Una protesta exitosa, no cabe duda.