se están creciendo. Y mucho. Los que llamábamos fachas -antes de extrema derecha aunque ahora los hay también en la izquierda- están cogiendo mando en plaza y son ya un lobby muy influyente, de los más poderosos de la España del siglo XXI. ¿Que no me creen, que exagero? Imagínense que el divorcio, el aborto y los gays estuvieran prohibidos hoy día y que el Gobierno de turno, digamos el de Rajoy, quisiese legalizarlos. ¿A que no podría? La España actual es mucho más rancia que la de las últimas décadas del siglo pasado. El modo de afrontar el conflicto catalán es una buena prueba de ello. El nacionalismo español ha revivido en su versión más chunga y hasta los whatsapp están plagados de banderas rojigualdas que ondean con orgullo y, sobre todo, de frente a todo lo que no sea una y grande. Los fachas se han venido arriba y meten querellas -que de momento no llegan a nada pero que se aceptan a trámite y acojonan- a los humoristas que les critican, encarcelan a los que piensan distinto y hasta quieren decidir el diseño y los colores de la camiseta de su selección de fútbol. Este Gobierno los azuza cuando los necesita y también los ampara cuando se pasan de frenada. Necesita sus votos para perdurar... aunque suponga un retroceso.
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