asaco. El Imperio de la Ley actúa sin piedad y con toda la contundencia que cabía esperar sobre los ingénuos que han osado cuestionar el statu quo imperante. Que una cosa es que hables catalán, untes el pan con tomate, degustes calçots o butifarra y edifiques castellers en las fiestas y otra muy distinta es que te atrevas a exigir más autogobierno, una relación bilateral o, ya del todo inaceptable, votar para optar a la independencia. El pecado es gravísimo y los culpables darán con sus huesos en la cárcel. Los porrazos que jalonaron toda la jornada del referéndum eran solo el anticipo de lo que iba a venir. El desembarco de la Guardia Civil y la Policía Nacional en el puerto de Barcelona y la huída de las empresas a otras Comunidades aderezaba un decorado bélico, el que había que presentar al mundo, y también a los catalanes, para justificar la necesidad de defensa del Estado frente al enemigo. Varios consellers ya están en el trullo. Puigdemont y los que le acompañan en Bruselas también tienen una celda con su nombre. Será un encarcelamiento por capítulos, que los independentistas tampoco son tontos y buscan así mantener la tensión entre los suyos hasta esas elecciones del 21 de diciembre. No sé de qué nos extrañamos, la Fiscalía ya lo advertía en su querella: “Más dura será la caída”.
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