Concepción Sabadell ha echado unas horas en el tribunal de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Con un informe final detallado, la fiscal anticorrupción asignada al expediente que juzga a 37 sospechosos de haberse llenado los bolsillos gracias al club de emprendedores que trabajó en la primera etapa de la Gürtel (1999-2005) para detraer millones de euros de dinero público de instituciones gobernadas, fundamentalmente por el PP, considera que ha quedado “plena y abrumadoramente” acreditada la existencia de la caja b de los populares y que la trama hizo de los sobornos a cargos conservadores un “modo de vida”. Así de claro. Así de contundente. Así de sencillo. Así de nauseabundo. Y, mientras tanto, la formación que desde su creación en 1989 ha logrado tener a todos sus tesoreros (menos a la actual) investigados, implicados, acusados o en vías de ser condenados por la Justicia por sus artes a la hora de hacer los números, ha logrado encontrar en el conflicto político de Catalunya un filón que usa a su antojo para sepultar la realidad de su corrupción sistémica a fuerza de titulares de la caverna mediática contra los sediciosos independentistas, ruido que tapa todo lo demás. ¡Qué país!
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