le queda trabajo por delante a Pedro Martínez para recuperar la confianza de unos jugadores que, en estos momentos, parecen mucho peores de lo que realmente son. Quizá el problema de fondo devenga de la errática temporada llevada a cabo hasta ahora culminada por la sorprendente dimisión de Prigioni, pero el nivel ofrecido ayer por el Baskonia ante el Zaragoza estuvo plagado de altibajos y, sobre todo, impregnado por una falta de confianza alarmante que les hizo caerse después del descanso después de una primera parte con algunos detalles esperanzadores. Es evidente que algunos jugadores distan de su mejor forma y que la sucesión de lesiones han mermado el potencial de la plantilla tanto en los partidos como seguramente en los entrenamientos. Sin embargo, la principal carencia que se observa desde fuera en este equipo es una fragilidad mental que le lleva a precipitarse o, aún peor, a bajar los brazos a poco que vengan mal dadas. A los rivales de este Baskonia les basta con porfiar e insistir para encontrar un resquicio por donde hacer daño, seguros de que la inconstancia de los vitorianos les otorgará facilidades a lo largo del partido. A Pedro Martínez le toca inculcar dureza -mental y física- a un equipo que ahora se derrumba con suma facilidad.