O tempora, o mores. El procés y el contraprocés me tienen muy pesimista. Sale a subasta lo que han denominado la Teoría de la Felicidad firmada por Albert Einstein. Ahí va por si sirve de algo: “La calma y una vida modesta trae más felicidad que la persecución del éxito combinado con agitación constante”. No estuvo particularmente poético Einstein en el enunciado, algo que quizá hubiera sido indicado al hablar de un concepto vital y humano tan nuclear como la felicidad. Por otro lado, ¿qué más quisiéramos todos que la felicidad fuera cuantificable, predecible y formulable? El caso es que, al parecer, Einstein regaló este manuscrito autografiado a un mensajero japonés durante una estancia en Tokio. También le regaló otro en el que se leía: “Cuando hay voluntad, hay camino”. El mensajero siguió el consejo de Einstein y guardó las notas -“si tienes suerte, esas notas serán mucho más valiosas que una simple propina”, le dijo al parecer el científico-. Y así llegamos a una teoría de la felicidad -dos palabras que juntas me resultan bastante incómodas- que acaba subastada. 1,3 millones de euros. Dejando para el empirismo la validez científica de la teoría, diré que me gusta más la historia, el camino, la brillantez del científico y la sabiduría del mensajero.
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