Ya está. El Parlament ha declarado la independencia de Catalunya, tras un referéndum sin garantías, a pesar del criterio contrario de los letrados de la Cámara, con la mitad de los escaños vacíos y con millones de catalanes en contra, profundamente frustrados. Cierto. Sin embargo, no es menos cierto que otros millones de catalanes, éstos cargados de ilusión, secundarán la huelga general y están dispuestos a ejercer la desobediencia civil porque entienden que no se les ha dejado otra forma de expresarse que la del 1-O, que la unilateralidad les ha sido impuesta. Ni la ley ni las porras, ni siquiera la independencia, si llegara a ser efectiva, construirán un pueblo unido. Y ese es ahora el reto de Catalunya.