Carles Puigdemont, el martes, le dio una larga cambiada al Gobierno con esa declaración de independencia en diferido que le fue devuelta por Mariano Rajoy el miércoles con una activación en diferido del famoso artículo 155 de la Constitución. Mientras llegan las 10.00 horas del lunes y vemos qué pasa, si pasa algo y si ese algo que pueda pasar se atiene en un sentido u otro a alguna de las posibilidades previstas -lo que es una incógnita a la luz de los acontecimientos recientes-, la duda al observar el tablero es qué hay detrás de este intercambio del balón de decisiones diferidas -me pregunto si es algún tipo de homenaje a aquella memorable rueda de prensa de la hoy ministra de Defensa y “la indemnización en diferido” del extesorero Bárcenas-. Hay quien quiere ver puertas abiertas o rendijas, depende, para dejar una vía al intento de buscar una salida sin recurrir a medidas drásticas. Tiendo a pensar que el asunto puede tener que ver también con que ninguno de los dos quiere aparecer como quien apriete el botón de la ruptura total, lo que tiene un coste ante sus respectivas parroquias más comprometidas, pero también un plus en la batalla por el relato entre la nada desdeñable comunidad internacional, por ejemplo, y, más concretamente, el entorno europeo.