la pirueta de Puigdemont para declarar la república catalana y suspenderla al mismo tiempo no satisfizo a casi nadie, es evidente. Sus socios de la CUP andan estos días con caras largas y gesto torcido sintiéndose traicionados. Fueron ellos los que lanzaron el primer ultimátum al president dándole un mes para negociar un referéndum pactado con el Estado. Le apoyaron en la investidura única y exclusivamente para conseguir la independencia de Catalunya. Si no, adiós a sus votos y hola a nuevas elecciones autonómicas. Si Puigdemont aspiraba a sortear estas reticencias de sus socios abriendo un diálogo con el Gobierno central se debió frustrar ayer al escuchar el nuevo ultimátum lanzado por Rajoy. O el lunes confirma que ha desactivado la DUI o, si no es así, tiene hasta el jueves para retroceder. Si persiste, suspensión de Autonomía y nuevas elecciones catalanas. En todos los casos, Puigdemont sale trasquilado, bien por la CUP, bien por el tridente PP-PSOE-Ciudadanos. Da la impresión de que ninguno de estos le va a otorgar el más mínimo margen de maniobra, no parece que alguno le vaya a permitir salir vivo de esta. O quizá, todo estos desacuerdos estén realmente pactados y vayan apareciendo soluciones de momento insospechadas. La política tiene estas cosas.
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