Con cada minuto que pasa, mi perplejidad va en aumento, sobre todo, por la globalidad de lo que acontece con la salud de los ríos de este territorio histórico, que para su desgracia, son noticia cada poco y, desgraciadamente, para poco bueno. Les reconozco que mis conocimientos sobre el equilibrio ambiental de las superficies hídricas es más bien escaso, por no decir nulo. Sin embargo, entre vertido y vertido al Zadorra a la altura de Agurain he logrado atesorar unas hebras de sabiduría ecológica, las suficientes como para sospechar que mucho de lo que pasa con los ataques a los ríos obedece a la nula capacidad empática y al rostro de hormigón armado de los autores de los derrames que, al parecer, saben de muy buena fuente que lo de contaminar alegremente las aguas comunes sale infinitamente más barato -yo me atrevería a decir que gratis- que tratar los residuos como dictan los preceptos legales. Es cierto que alguna de las infraestructuras de depuración que hay en Álava adolece de una obsolescencia que provoca urticaria y que tal circunstancia no ayuda en nada a mejorar la salud de los cauces. Pero no es menos cierto que, tras mil informaciones contrastadas sobre vertidos al Zadorra o al Nervión, aún no ha penado ningún presunto autor. ¿Será casualidad?