no voy a defender a Puigdemont porque yo no pongo la mano en el fuego por nadie, pero hombre, que justo ahora registren el Ayuntamiento de Girona, ciudad de la que fue alcalde hasta hace nada, da que pensar. Aquí pueden estar pasando dos cosas. O bien que los tiempos de la investigación hayan coincidido con los del referéndum y que justo ahora toque desplegar la operación en toda su espectacularidad, cosa que no es imposible pero sí improbable; o bien que la Justicia esté haciendo un uso espurio de sus facultades en compadreo con el poder Ejecutivo para dinamitar el 1 de octubre. Pongamos que Puigdemont es un corrupto o que ha dejado hacer a los corruptos. Ahora pongamos que en mitad del procés hubiera decidido volver al redil constitucional. ¿Qué hubiera pasado entonces? ¿Se miraría para otro lado, como durante décadas se hizo con algunos políticos catalanes y sus ya legendarias mordidas? ¿Se miraría para otro lado como se ha hecho y se hace en tantos y tantos ayuntamientos, instituciones en las que de verdad se parte y reparte el bacalao en esta nación de naciones? Todo esto del fraude del agua en Girona viene arrastrándose desde hace más de cuarenta años. ¿No hay ni un mínimo de pudor para, al menos, hacer las cosas con más disimulo?
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