Tras mucho meditar, he tenido que ir en busca de un par de pastillas (de las legales) porque jamás antes había sufrido semejante dolor de cabeza. Será por la falta de costumbre, supongo, pero el caso es que tanto escuchar los pormenores de la deriva del procés y las consecuencias nefastas del pulso separatista auspiciado por los partidos independentistas catalanes había decidido redactar un sesudo texto, bien regado por distintas fuentes, para desgranar al detalle los intríngulis de la situación generada por las ansias de democracia de las dos partes que, en estos momentos, amenazan con descarrilar camino del 1-O. Dadas las circunstancias, me puse manos a la obra. Me rodeé de decenas de periódicos y diseccioné al detalle editoriales, titulares y reportajes. Junto a tal ejercicio, también decidí forzar las meninges y exponerme a cuantas tertulias fui capaz de encontrar en radio y televisión, incluidas esas emisoras ante las que no sé si reír o llorar. Y empecé a cavilar. ¿El resultado? Sencillo. Al segundo de intentar escribir tuve que acudir a la carrera al botiquín para rebuscar algo con lo que paliar la diarrea cerebral que me había provocado con la sobredosis de información y opinión. Si esperaban algo serio de estas líneas, otra vez tendrá que ser.