No creo haberlo visto antes. Pero doy fe de que aconteció como se puede leer en estas cuatro líneas deslavazadas. El menda que aparece en la fotografía de la esquina de abajo paseaba hacia el trabajo como hace prácticamente todos los días del año. Caminaba ufano y silbando la melodía del I love rock and roll, que popularizó en su momento Joan Jett. En ésas, una castaña repitió los parámetros que hicieron de Isaac Newton uno de los genios más reputados de la historia de la física moderna. Siguiendo los vectores ordenados por la ley de la gravedad, el fruto se desparramó a escasos centímetros de la cabeza monda y lironda que adorna como guinda el cuerpo hercúleo que Dios ha querido otorgarme. No hizo falta más. Una moza de unos 30 años saltó como gato asustado para retener el movimiento juguetón de la castaña en cuestión. Tras la captura, el fruto surgido de la exuberancia y diversidad arbórea de la ciudad más green acabó en el bolso de la muchacha que, al ver la cara de estupefacción que acostumbro a poner con las sorpresas mayúsculas, me indicó que en su tierra es difícil encontrar castañas en la ciudad y que la tradición que ella respeta aconseja guardarse una en la mochila para absorber las malas vibraciones. Será que esta Gasteiz aún no sabe exportar sus activos.