Hola, me llamo Carlos y soy turista. Sí, lo siento. Es más, la última vez que salí de Gasteiz fue para pasar el día en Donostia. Pisé su Casco Viejo. Y me comí un pintxo. De verdad, yo no quería. Me obligaron. De hecho, en cualquier momento volveré a recaer. Lo admito, no puedo controlarlo. En ocasiones, veo hoteles. Incluso restaurantes, museos y puede que algún concierto, teatro o lugar de supuesto interés. Lo peor es que no sólo miro, también voy. Seguramente no debería. Pero de momento, como decía la canción, “me estoy quitando, me estoy quitando, solamente me pongo en vez en cuando...”. Conozco a otros que son como yo. Da igual la raza, el sexo, la religión, la clase social o lo que votan. También son turistas. Algunos, eso sí, lo intentan disimular. Yo no me oculto. No me puedo resistir. Hay ciudades en las que voy con el plano en la mano. Lo sé, lo sé, no debería, pero hasta pregunto a los lugareños por una calle o una plaza. Lo más seguro es que estaría mejor en mi casa, conociendo de primera mano cada milímetro de la pared blanca de mi cuarto de estar. Pero hay algo dentro de mí que me pide, cuando no estoy currando, disfrutar en otros lugares y conocer a otras personas. Tal vez debería empezar la rehabilitación. Igual un día de estos...