Cualquiera diría que se ha abierto oficialmente una competición, la bobada del verano o algo así, pero adobadas con un siniestro halo de amenaza apocalíptica que se hace más real conociendo el percal que gastan sus protagonistas. Hablo, claro, del cuerpo a cuerpo de las últimas semanas entre esos dos maestros de la geopolítica, la diplomacia y la oratoria que son Donald Trump y Kim Jong-un. Leía el otro día un reportaje que abundaba en la tesis de que Pyongyang y Washington andan enzarzados en una especie de exhibición de plumaje con el fin forzar una negociación. Por un segundo me tranquilicé un poco. Luego recordé que hablamos de Trump y Kim, que por mucho que pretendan ser Maquiavelo dan la impresión de quedarse más en matones de patio de colegio, habituados al ordeno y mando y al cortoplacismo, igualito que un niño caprichoso y malcriado. Confieso que cuando leí a Trump diciendo eso de “fuego, furia como este mundo no ha visto antes” pensé que el presidente de EEUU había estado viendo Gladiator o Juego de Tronos. Kim respondió con la misma sutileza, amenazando con atacar las bases de la isla de Guam y envolviéndose en una manifestación tan masiva como espontánea, ejem. Qué nivel de mundo...