Ser un toca-pelotas, dedicarte al humor y sobrevivir con lo justo es todo un arte. Conseguir que eso dure tres décadas es un milagro. Bueno, es el milagro TMEO. Esta sociedad necesita, más que nunca, a los toca-huevos, a los que molestan, a los que son burdos, excesivos, bizarros e irreverentes tomando como punto de partida algo que se presupone al ser humano: inteligencia y gracia. Aunque a veces eso es mucho suponer, claro. Los toca-morales no lo tienen fácil. No son de consumo masivo ni se venden por cuatro perras a la administración de turno, así que la revista va tirando, que no es poco. Hay lectores del principio. Algún anunciante también. Por suerte para ellos, por desgracia para aquellos que quieren pasar por la vida sin romper un plato, han encontrado un hueco que nadie les ha podido quitar. Pero no se trata de durar sin razón, por la dinámica de seguir haciendo. El TMEO está compuesto por una serie de toca-cojones y toca-ovarios dispuestos a cachondearse de todo y de todos. Y el que no quiera, que no mire. Esta sociedad se está autocensurando cada día más. Ha aprendido a no molestarse, a no criticarse, a no cuestionarse. Está más pendiente de mantener su pose pública, que de otra cosa. Y eso, en ningún escenario, es bueno.